Por José Danilo Centeno
Qué principios morales tiene una persona que dispara 14 veces contra otra persona desarmada y que yace completamente dominada a los pies del pistolero.
De qué está hecho este asesino que, fríamente, con ventaja, premeditación y alevosía preparó el arma y el escenario del crimen para disparar con toda la saña del mundo contra otro ser humano, a quien tenía años de estar acosando, amenazando, intimidando, como lo demuestran los documentos archivados en un juzgado costarricense.
El escalofriante video que circula en las redes sociales no deja lugar a dudas de que la respuesta de Eduardo Ramírez Zamora a la discusión que sostenía con su vecino Otoniel Orosco Mendoza fue desproporcionada, cobarde y premeditada y tiene las características y requisitos de un crimen de odio.
Las autoridades costarricenses están obligadas a investigar los hechos, antecedentes y alcances, quizás haya que actualizar las leyes que regulan la tenencia de armas y la disposición a atender con efectividad las demandas de justicias presentadas por la ciudadanía ante las autoridades.
La sociedad costarricense y la comunidad nicaragüense en Costa Rica y Nicaragua tienen derecho a saber quién es Eduardo Ramírez Zamora, a qué se dedica, cual es su historial policiaco, su hoja de vida, cuál es el estado de su salud mental, porque sencillamente personas como esta representan un peligro constante para la humanidad.
Las autoridades costarricenses están obligadas a aplicar justicia en un caso en el que no cabe el concepto de defensa propia y más bien reúne todos los elementos de un crimen de odio.