José Daniel Gómez-LNP. Muy lejos quedaron los actos multitudinarios del 19 de julio en Nicaragua con la presencia de delegaciones procedentes de diversas partes del mundo y figuras de alto nivel en la política internacional.
Las bulliciosas caravanas desde todos los puntos de la geografía nacional, las tarimas enfloradas y los cantos devotos de los hermanos Mejía Godoy, el Dúo Guardabarranco, Daniel Viglietti, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mercedes Soza o Amparo Ochoa.
Las marchas de los trabajadores estatales y de los pobladores de las barriadas más pobres, de los distintos organismos de masas con los que la Revolución controlaba a la población para evitar el «diversionismo ideológico», «bajar orientaciones» y encauzar su energía y «creatividad», como quien maneja bestias de carga.
Ya no se ven los nueve comandantes enfundados en sus lustrosos trajes verde oliva —traídos desde Cuba para la ocasión—, el vicepresidente Sergio Ramírez y más atrás los comandantes menores, los ministros, los jefes de la policía, del ejército, del Ministerio del Interior, la flor y nata de la Sociedad revolucionaria, la Nueva Aristocracia, la élite, los nuevos oligarcas que condicionaban la participación de los viejos oligarcas, que habían sido desplazados del poder político, pero conservaban su fuerza económica para negociar con eso su cuota de participación en el nuevo contexto.
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Luego de los dieciséis años en los que Daniel Ortega cogobernó desde abajo logró, por fin, concretar un pacto con Arnoldo Alemán, quien le sirvió en bandeja de plata el retorno a la presidencia de la república.
Al regresar al Poder en 2006 comenzó a configurar la forma de gobierno más oligárquica que haya habido en Nicaragua, recurriendo incluso a ciertas prácticas utilizadas por el somocismo.
1.-Entrega de los recursos naturales a gobiernos extranjeros (chinos, rusos e iraníes).
2.-Explotación de la mano de obra más barata en Centroamérica.
3.-Pérdida de los derechos laborales.
4.-Sindicalismo más blanco que el blanco.
5.-Desaparición de los partidos políticos y organismos gremiales.
6.-Desaparición del estado laico.
7.-Promoción del agiotismo en el mercado nacional.
8.-Establecimiento de facto de un estado de excepción que ha desaparecido las libertades públicas.
9.-Despojo de las tierras propiedad de los pueblos originarios a manos de colonos armados enviados por el gobierno.
10.-Concentración en manos de la familia gobernante de manera directa o a través de prestanombres de los medios de producción, canales de comercialización de bienes y servicios y medios de comunicación.
11.-Manoseo a la dignidad de los empleados públicos empezando por sus propios ministros y embajadores.
12.-Secretismo absoluto e inconstitucional de todo lo referente a la gestión de gobierno en todos los niveles.
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Al igual que ayer, hoy en Nicaragua gobierna una familia que ha venido preparando la sucesión dinástica, en un proyecto que nada tiene que ver con aquella lucha protagonizada por el pueblo y que desembocó en el derrocamiento del somocismo el 19 de julio de 1979 a un altísimo costo en vidas e infraestructura.
Hasta el 2020 se contabilizaban 210 millonarios que acumulaban más riquezas que el resto de la población estimada en seis millones de nicaragüenses. Eso se llama Oligarquía.
Recordemos que el estallido social del 2018 se produjo por el intento de Ortega de seguir los lineamientos del Fondo Mundial que había visitado el país en esos días para examinar el estado del Instituto Nicaragüense del Seguro Social.
Muy lejos quedaron los actos conmemorativos con la afluencia masiva de la población, el orteguismo celebra a puerta cerrada en el centro de la Managua terremoteada. Es evidente que no cuenta con el respaldo de la mayoría de los nicaragüenses a quienes sólo puede seguir gobernando bajo el régimen del miedo.