PROPOSICIONES INDECOROSAS: REPETIR ELECCIONES EN VENEZUELA

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Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva y el de Colombia, Gustavo Petro.

JOSÉ DAVID GÓMEZ-LNP.  El presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva y el de Colombia, Gustavo Petro, han propuesto una supuesta solución para la crisis política que vive Venezuela: repetir las elecciones.

El pasado 28 de julio se llevaron a cabo unas elecciones presidenciales que fueron preparadas a la carta para garantizar el triunfo de Nicolás Maduro, quien previamente había inhabilitado a la candidata de la oposición María Corina Machado.

Entre las numerosas tácticas empleadas por el gobierno de Nicolás Maduro durante las amañadas elecciones —además de inhabilitar a los candidatos mediante la imputación de delitos inventados— estuvo la de crear un abanico de falsos opositores disfrazados de candidatos para tratar de dispersar el voto opositor.

Pero ni las inhibiciones de candidatos ni las amenazas y zancadillas malintencionadas ni el manejo antojadizo de las leyes ni la coerción y el cohecho ni el manejo ilimitado e ilegal de los recursos del estado ni un sinfín de marrullerías pudieron evitar que el pueblo acudiera masivamente a las urnas para expresar su decisión de materializar un cambio que sacara al país de la catástrofe social, política y económica en que la mantiene sumergida el chavismo desde hace ya un cuarto de siglo.

La derrota electoral que la oposición le propinó al chavismo fue devastadora y nadie lo sabe mejor que el propio chavismo. Siempre lo supo, siempre tuvo claro que nada tenía que hacer frente a una ciudadanía decidida a liberarse de un sistema que no funciona, que nunca ha funcionado en ningún lugar de la tierra, salvo para las camarillas que ejercen el poder a sangre y fuego en nombre del pueblo.

La derrota de Maduro y sus secuaces fue aplastante. Sólo pudieron obtener menos del 30 por ciento de los votos, contra el 70 por ciento obtenido por Edmundo González Urrutia, el candidato de la plataforma Unitaria Democrática (PUD)la alianza que aglutina a los principales partidos de la oposición venezolana.

A Maduro no le quedó más remedio que robarse las elecciones invirtiendo los resultados, en una maniobra que va más allá de los terrenos de la política para adentrase en los del hampa. Maduro y sus secuaces quedaron al desnudo ante el mundo gracias a este asalto a mano armada y a plena luz del día. La derrota electoral es también política y moral. El chavismo está acabado, solo el fraude y las armas lo sostienen en Miraflores.

El Consejo Electoral —dominado por los «muchachos» de Don Nico— se apresuró a declarar a su patrón como el ganador de las elecciones, pero se niega a mostrar las actas que demuestran lo contrario.

Ni siquiera sus socios de la izquierda de América latina creen en la «victoria» de Don Nico y así lo han manifestado Boric, Lula y Petro, presidentes de Chile, Brasil y Colombia, respectivamente.

Pero Lula y Petro, en medio de su incredulidad, pretenden encontrar un camino para salvar a su socio y recurren a propuestas oportunistas que contemplan repetir las elecciones, el levantamiento de las sanciones internacionales que pesan sobre el chavismo y hablan de cogobierno entre chavismo y oposición en un juego de manos dirigido a desviar la atención del fraude electoral, la violación de los derechos humanos a través de más de dos décadas de desgobierno chavista, del saqueo de la nación, de los muertos y el destierro de más de siete millones de venezolanos.

Nicolás Maduro y su pacotilla deberían estar presos para que respondan por todos sus crímenes. La sangre de los venezolanos muertos en las distintas olas de represión clama por justicia, de modo que las propuestas de Lula y Petro sólo pueden calificarse de propuestas indecorosas.